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En mis venas hay tulipanes

En mis venas hay tulipanes
Tomás Aristizábal Castaño
Para cuando escuchó las explosiones. Sus ojos se humedecieron. Corrió por las calles de la ciudad, llamando a su hija. Arañó los escombros de cristal y terracota recogiendo luego un zapato.
       ¡Ahh, este es el zapato de mi bebé!, pero, ¿Dónde estás tú?
       ¿Dónde estás?, te estamos esperando, no tienes que llegar en carne y hueso, con que llegues en hueso es suficiente. Llega, Purificación y yo te esperamos, te hemos esperado.
       No te siento, hemos esperado tanto que la esperanza se ha vuelto indiferente con nosotras. Aún no recuperamos las ganas de poder no buscarte. Sería mejor.
Te recuerdo sentada con nosotras en esa sala de hospital agonizando por beber un poco de licor con tan solo nueve años, era tan gracioso, tu madre acababa de morir, pero, ¿cuál madre?, ¿había sido Norma o Purificación quien había muerto?, no era muy difícil llegar hasta tu casa. ¿Por qué decidiste dejar que dichas vigas te aplastaran?, ¿sí te aplastaron?, ¡feliz día de los inocentes!, no había sido una viga, había sido una teja que le había reventado la cabeza a Helena. Se había derramado su ilusión por los suelos, cascadas de pensamiento fueron divisadas; ella misma había ido a ayudar a los otros muertos, ella siempre tan considerada, nunca fallaba en ayudar a los demás primero, hizo flores con sus tumbas de terracota... no derramaba sangre, derramaba licor.
       En mi corazón estaban creciendo tulipanes con raíces en mis rodillas. Sentía que me estaban consumiendo. Olvídalo, era mi hambre, hace más de doce días no me alimento de más que de sufrimiento. 
       Estaba corriendo hacia la acera y me tropecé con tus lágrimas, lloraste mucho, ¿no quedaste deshidratada?, tranquila, te amo. A las tres de la tarde tengo espacio en mi agenda para llevarte un poco de suero a la morgue. Si es que estás allá. Andas por toda la ciudad, hay mil Helenas. Te hubiéramos nombrado Dolores, te quedaría mejor el nombre; así te encontraríamos más fácil. Incluso, en el dedo gordo de tu pié que habíamos mandado a pintar hace dos días, colgaba un papel con tu nombre escrito. Estabas cubierta con una manta blanco hueso, como si fueras un regalo; me emocioné. ¡Te devolverán a casa! – pensé– , pero no, te estaban alejando más. Te habían metido a una nevera, parecía un lavaplatos, ¿sí será que te limpiarán?, estabas bastante mugrosa por dicha catástrofe, pero bueno, dicen que después de la tormenta viene la calma; pero tu llegaste asustada, no estabas calmada, me dañaste el día. Me mintieron. 
El dicho no era así.
Tomás Aristizábal Castaño
En mis venas hay tulipanes
31.03.22
En mis venas hay tulipanes
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En mis venas hay tulipanes

En mis venas hay tulipanes refleja el dolor de una madre al perder su hija. Se viaja entre las memorias de Norma y Purificación (las madres) y de Read More

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